Compañía
DCA, Teatros del Canal, Madrid, 18 de enero de 2014
Y es que cuando uno acude a
ver un espectáculo de la DCA ya sabe que va a disfrutar, así, en general. Los
problemas se esfuman al mismo tiempo que aparecen las majorettes por una de las puertas de la sala.
La obra transcurre rápida,
sin descansos, pequeñas piezas aparentemente inconexas unidas por breves
intermedios o cuadros cómicos que finalmente resultan los protagonistas de la
obra. Découflé nos explica la intención de revisitar los trabajos más antiguos
y menos conocidos, con la visión de quien hace tiempo los dejó atrás: es como
un sueño en el que el pasado y el presente se mezclan en pequeños retazos. Nos
deja ver las entretelas: unos falsos camerinos donde los artistas se cambian de
vestuario, pero cuidado, nada es tan fácil como parece, vemos lo que él quiere
que veamos, empieza el juego.
Atrás en el tiempo parece
que quedan ciertas reflexiones recurrentes que este coreógrafo francés realiza sobre
multitud de temas como el encuadre, la pluralidad de la mirada, la palabra y el
movimiento como posible transmisor de ésta, la danza mostrada desde diferentes
puntos de vista, la poesía y la belleza, sin olvidar, como no, el sentido del
humor, la fantasía y el absurdo.
Es una opción como cualquier
otra: decidir mostrar sólo una parte de su creación. En realidad, la obra más
poética de Découflé está camuflada en pequeñas escenas en las que la base o
hilo conductor es llevar las situaciones al absurdo total. ¿Quién no ha soñado
en elevarse por los aires solo o con una pareja y cruzar grandes espacios
suspendido? El elemento circense va más allá de eso, en su simplicidad de
formas nos acerca a los anhelos y deseos más profundos como volar o girar
haciendo caso omiso de la gravedad. Parece que conforme escribo los aparentes
elementos banales cobran sentido y peso.
El juego con las sombras es habitual
en el autor francés y no puede faltar, tanto de animales (realizados con las
manos) como de cuerpos. A pesar de todo se le escapa cierta belleza, insuflada
a través de los apolíneos movimientos de las bailarinas.
Los bailarines tienen una
personalidad diferente cada uno, no están sino que son en escena. Sus líneas se
acoplan a esas coreografías más ochenteras y formales hasta fundirse en la
disociación de los segmentos, la habilidad de bailar con los dedos, la agilidad,
la capacidad de trabajar con objetos y la interpretación de los diversos
personajes. La posición primera de pies es siempre el inicio del movimiento, la
preparación a lo que viene, la pausa y la reflexión del cuerpo ante la
inmensidad de gestos.
Muestra los cuerpos
“aparentemente” fuera del canon de la danza, que luego resultan tan hermosos o
más que los perfectamente esculpidos y bellos a simple vista, y esto es
recurrente en Découflé. ¿Piensas que no voy a poder bailar porque soy gordito y
de proporciones extrañas? Pues te equivocas: mira lo que hago.
Los colores, las formas, los
trajes, las músicas, el cómic, ese aire desenfadado nos acercan a los años 80,
sin embargo esa imagen se va alejando cada tanto, adentrándonos en otros
mundos.
Todo está presentado
cuidadosamente: las luces, los sonidos, el uso del espacio y los ritmos; el
tiempo pasa sin apenas notarlo.
Este autor francés tiene un
estilo muy particular, y sus elementos “externos”, es decir, su forma, han sido
mal copiados por las generaciones siguientes, pero la base de su pensamiento,
su manera de entender la danza y el arte se han olvidado en esas burdas
imitaciones. Lo que se plasma en el escenario constituye un engranaje mucho más
complejo de lo que aparentemente pueda resultar a primera vista.
Quizás sea una buena opción
esa de mostrar la comicidad, el absurdo, el juego, cuando actualmente la
mayoría de las compañías de contemporáneo no hacen más que enseñar el lado más
crudo, feo y desagradable de la realidad, donde todo es fustigarse, sufrir y
sufrir, a menudo en formas y tonos bruscos e ingratos a la vista. La danza se
olvida muchas veces de la risa y la sonrisa como parte también esencial del ser
humano, del juego, de la imaginación, de lo infantil y el sueño como imprescindible para sobrevivir y disfrutar de
la vida. Y eso hace Découflé en cada obra, aunque no pretenda ser muy sesuda:
nos recuerda que bailar es también disfrutar, y soñar y sonreír: ¡una delicia!
Breve reportaje sobre Panorama
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