jueves, 27 de febrero de 2020

Ramón Bascuñana, “El dueño del fracaso”


                


Estuve esperando un buen tiempo hasta que pude asistir a la presentación de este libro de poemas de la mano de su propio autor, en la librería 80 mundos: me gusta escuchar a los poetas hablar de su propia obra y recitar algunos de sus poemas.
Pasados unos días comencé su lectura, una noche cualquiera.
El alter ego del autor nos lleva de la mano para realizar un recorrido que se inicia con una subida compleja, penosa, donde el fracaso nos cae como una losa y parece que no nos deja ni respirar. Después llegamos al cénit del libro, la parte central, donde el poeta pasea libremente por la tristeza y la melancolía y nos ofrece una belleza que nos conmueve, se adentra en nuestra piel y deambulamos a su lado, empapándonos de sus emociones. Más adelante seguimos con él, acostumbrados a la derrota, a la decepción, a la desidia que ha calado ya tanto en nuestro ánimo que parece formar parte de nosotros.
Como tabla de salvación solo le queda y nos queda la poesía, los versos, la escritura. Así que, al igual que nos va desvelando motivos de su estado, nos va descubriendo su quehacer poético, su preocupación palpable por el tiempo y la creación literaria. El poema, dice, solo sirve si es capaz de calar en nosotros y llevarnos a cuestionar el mundo que nos rodea, las normas que seguimos. Bascuñana lo consigue -calar- con habilidad,  y esto no lleva a seguir pasando la mirada por sus versos para descubrir qué más puede haber, nos obliga a parar la lectura para asimilar, en silencio, su dolor que ahora es también nuestro.
A lo largo de la lectura pienso: "no puede ser Ramón (me dirijo a él aunque sólo lo haya saludado unas pocas veces), déjanos un atisbo de esperanza, una luz al final del camino, este viaje duele". Pero Bascuñana nos arrastra con maestría hacia los infiernos, donde se siente a gusto, donde nos muestra y nos descubre las heridas y los versos, las cicatrices y las palabras, el tiempo, la vida con sus rutinas y el poema, con su verdad desnuda que nos emociona.



jueves, 20 de febrero de 2020

Eileen Chang, "Un amor que destruye ciudades" y "Bloqueados"





 Esta novela ha sido como un soplo de aire fresco: corta en su extensión pero grande en su calado.
Me encontraba atascada con la lectura del 4 3 2 1 de Paul Auster (al que admiro), un tanto exasperada con tanto azar y posibilidades narrativas, y me he adentrado en esta autora china, que no conocía, cuyo libro adquirí no por azar sino por voluntad propia al visitar por primera vez la singular librería alicantina Farenheit 541. Mi contribución a la valentía del proyecto de abrir en estos tiempos un comercio que vende libros fue este, que está publicado por Libros del Asteroide, editorial que cada vez me fascina más con sus propuestas.
Pues bien, la aparente sencillez de la obra es eso, aparente.
En esta historia podemos percibir el complicado funcionamiento de la sociedad china tradicional, la introducción de la modernidad en esas estructuras por voluntad y deseo de la protagonista, el amor y el forcejeo entre las parejas, y para finalizar, la guerra. Destrucción y desastre contribuyen a afianzar una relación: las situaciones límite empujan a los protagonistas a definir sus sentimientos y a definirse frente al otro, deshaciéndose definitivamente del peso de la tradición. Pero todo se lee con una fluidez asombrosa, un relato que atrapa sosegadamente.
Encontramos, además, imágenes maravillosas, pequeñas descripciones como miniaturas que nos dan una pincelada poética que se posa sobre nosotros con delicadeza.
No es menos interesante el relato Bloqueados, añadido que suma puntos a la edición. Una situación inesperada, el bloqueo de un tranvía, permite que un hombre y una mujer se encuentren y que cada uno genere, atendiendo a sus necesidades y su realidad, la ilusión del amor. Ilusión que se va desvaneciendo desde el momento en que una campanilla anuncia el final de este bloqueo, hasta desaparecer por completo.
Este viaje a oriente me ha resultado muy grato y he de decir que repetiré. A veces, para disfrutar de grandes historias no es necesario leer muchas páginas, sino las justas.

martes, 18 de febrero de 2020

José Carlos Martínez y su “Gran Gala Estrellas de la danza”


Teatro Principal de Alicante, 13 de febrero de 2020


         
Fotografía de Jesús Vallinas. Lucía Lacarra y Matthew Golding en After the rain.

          Tengo que confesar que no soy demasiado amante de las galas donde se ven números sueltos de diferentes artistas, sin embargo, estas suelen ser ocasiones excepcionales para disfrutar de profesionales que sería muy difícil ver juntos, pues trabajan en compañías diversas, que, por lo general, no pasan por España, y menos por ciudades donde la actividad dancística es escasa o más bien nula.

Dicho esto, intento asistir a tantos eventos de danza/ballet que tengo a mi alcance, y cómo no, este era indispensable para todo balletómano. El gran artista José Carlos Martínez organiza, después de su paso por la Compañía Nacional de Danza, galas de estrellas en diversas ciudades de España. He asistido a dos de ellas, una en Murcia y esta última en Alicante.
La gala, con algunos altibajos, destila calidad, sobre todo en lo concerniente a la interpretación y a la técnica. Estupendo estuvo Sergio Bernal, en las dos galas a las asistí, en sus dos números, tanto en el Zapateado de Sarasate –a pesar de que el linóleo haga un efecto de sordina indeseado en su maravilloso zapateado-, como en el delicado y poderoso El cisne.
Gran privilegio fue admirar a la gran diva Lucía Lacarra, con sus maravillosas extensiones y su porte etéreo, y casi irreal de tan perfecto, con su espléndido partenaire Matthew Golding. Sin embargo los dúos fueron de factura similar, tanto en la estética como en la concepción, y, según mi parecer, hubiese sido más interesante el poder ver otra faceta interpretativa y técnica de esta pareja.
La pareja venida de Portugal, Filipa de Castro y Francisco Sebastião Salgado, destacaron en su pas de deux de El corsario, realizando las proezas de esta tan conocida pieza del repertorio con maestría.
Sonia Vinograd y Ricardo Castellanos, tras una aparición correcta para abrir el espectáculo, brillaron definitivamente en las Llamas de París, con una interpretación llena de vitalidad, grandes proezas técnicas y precisión.
Los pasos a dos contemporáneos aportaron algo de contraste, a pesar de ser un tanto largos y similares en su concepción, mientras que la música en directo, concretamente el arpa, interpretada por José Antonio Domené fue una inesperada y maravillosa sorpresa.
En general la gala fue dinámica en su ritmo, algo que el espectador entendido agradece sobremanera, y con momentos brillantes, esos instantes que, desde la butaca, se perciben como únicos.
Fotografía de Jesús Vallinas. Filipa de Castro y Francisco Sebastião en El Corsario.

Fotografía de Jesús Vallinas. Iratxe Ansa e Igor Bacovich en A point of clarity.

Fotografía de Jesús Vallinas. Todos los participantes.