lunes, 5 de octubre de 2020

UN AMOR, de Sara Mesa

           


               Hacía ya tiempo que quería conocer a esta autora por varios motivos. Uno de ellos es que había escuchado hablar bien de ella, otro que uno de sus libros tiene el mismo título que un libro de relatos que voy a publicar en breve (no desvelaré cuál para mantener el misterio).

 

            Seguiré mi costumbre de no hacer una reseña al uso (para eso están los profesionales), sino un conjunto de impresiones que aclaran mis pensamientos sobre esta novela.

            He de confesar que la he leído muy rápido, me ha atrapado Mesa con su relato, con la atmósfera enrarecida de La Escapa, ese pueblo donde los habitantes casi se asemejan a fantasmas, bocetos de prototipos de caracteres diferentes que sirven para definir la personalidad de la autora, que la ponen a prueba. Muchos han calificado la novela de misteriosa, incluso de inquietante… y sí, hay algo de eso en sus líneas, pero yo diría que no tanto como para ponerle una etiqueta, algo que, por otro lado, a la crítica le gusta mucho, quizás demasiado.

Lo que realmente hace la autora con maestría es generar tensión; esta se masca durante toda la novela: el entorno opresor no solo del ambiente, que lo es, sino de la actitud que emana de la propia protagonista, que se mueve, vacilante, en situaciones que no comprende o que no logra gestionar ni con las palabras ni con los actos. Y es precisamente este el gran tema de la novela, la comunicación o la falta de esta; encontramos un desfase evidente de la protagonista a la hora de expresar lo que siente o lo que desea en los momentos en los que es crucial pronunciarse, y una ausencia de claridad en el instante de contar o decir cuando se decide a hacerlo.

El resto de personajes se caracterizan por lo que son capaces o no de expresar, en contraposición a Nat; el alemán es parco en palabras mientras que el casero es abundante en ellas. Ninguno de los dos satisface a Nat, pues el silencio la ahoga en dudas y suposiciones y los improperios del casero la amedrantan y aterrorizan.

Todos en el pueblo se rigen por unas normas no escritas, unas leyes opresoras que adoptan para vivir o, mejor dicho, sobrevivir en comunidad, aunque ninguno parece sentirse del todo conforme con ellas; como el gitano, que es apartado en algunos momentos pero acogido en otros, y no opone resistencia a esta situación de conveniencia.

Planea pues un halo de violencia durante toda la novela: las pintadas en la casa abandonada, las palabras del casero siempre humillantes y misóginas, la batida para buscar al perro de Nat y darle muerte, después de una agresión a una niña.

El estilo de Sara Mesa es contundente, con ello me refiero a que no hay una sobreabundancia de adjetivos y oraciones complejas indescifrables, sino que las palabras son las justas —ni más ni menos—; las oraciones son las adecuadas; la expresión es maravillosamente clara y precisa (ahí radica lo complejo): y es un placer.

Es una novela de protagonista, donde el personaje descrito es psicológicamente  complejo, no siempre comprensible e incluso a veces reprensible. Nada es cierto en ella, y su embrollo mental es de tal calibre que acaba desvariando, comportándose de manera absurda; aunque hay en ella una fragilidad que conmueve.

Nat se encuentra en un proceso de búsqueda de una vida que no conoce, de un pensamiento que va más allá de lo que ella ha sido capaz de imaginar. Roberta, una anciana profesora que a vista de todos ha perdido el juicio, hacia el final del relato, deja bien claro que cada uno en el pueblo habla un idioma distinto. Nat no la entiende; pero es evidente que es el gran tema de la novela que aparece de nuevo: la comunicación, el lenguaje que, aunque sea el mismo para ese microcosmos que es el pueblo, plantea tantas dudas, genera malentendidos o provoca violencia. Los matices y las dudas en la traducción que emprende la protagonista, no son más que un reflejo de la realidad que vive, a pesar de que ella no sea capaz de darse cuenta de ello.

El relato acaba cerrando un círculo (justificando la acción que Nat realiza y que la lleva a refugiarse en el pueblo), que, a mi modo de ver, no era necesario. El azar acaba convirtiéndose en el detonante que da lugar a toda la historia; y eso, por un lado le resta algo de credibilidad y paradójicamente también misterio; por otro, da un sentido al viaje de la protagonista.

 

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