miércoles, 26 de mayo de 2021

"Delatora", de Joyce Carol Oates

             Después de terminar la novela de esta escritora estadounidense no puedo más que pensar que es una de las grandes. He de confesar que me ha resultado penosa su lectura, no en el sentido de la dificultad de la misma, sino en la tristeza, rabia y aflicción que producen sus líneas. Un rayo de esperanza parece vislumbrarse al final, mas queda un poso de amargura por las vivencias de la protagonista.

            Joyce Carol Oates nació en Lockport (Nueva York) en 1938 y tiene una extensa bibliografía que abarca todos los géneros literarios (novela, relatos, poesía, teatro). La prolífica autora —con sorprendente promedio de dos obras por año—, que también ha escrito bajo dos pseudónimos— Rosamond Smith y Lauren KellyCon— es conocida, sobre todo por La hija del sepulturero (2007), Infiel (2001), Memorias de una viuda (2011), Blonde (2000), Mujer de barro (2012), Rey de Picas (2015).

Los temas recurrentes sobre los que ha escrito Oates son: la pobreza rural, los abusos sexuales, las diferencias de clase, las luchas de poder, los conflictos raciales, el sueño americano, los padres, la niñez y adolescencia de las mujeres, la violencia, y curiosamente, también el terror... Casi todos estos son tratados en la novela que nos concierne, Delatora (2019).


 

            La protagonista de la novela, Violet, una niña que vive en una familia numerosa, se encuentra en la encrucijada de tener que denunciar la agresión que dos de sus hermanos, junto con otros compañeros, han perpetrado contra un chico negro (y este detalle es significativo), que, después de unos días hospitalizado, muere. Esta decisión acaba condicionando su vida y enfrenta a la pequeña a un sinnúmero de vicisitudes que la sobrepasan (a quién no).

            La construcción de su personalidad, afectada por la violencia en la que vive (padre alcohólico y hermanos violentos), con el miedo latente en todo momento, no puede más que verse afectada. La falta de amor, de cariño y el rechazo total y sin fisuras de la familia y, sobre todo, de la madre, le produce una inseguridad que le impide ser fuerte ante las situaciones posteriores a las que se enfrenta. La violencia que ejercen los hombres que la rodean, desde su niñez hasta su juventud, es desoladora. Esta se presenta de diversas formas: violencia sexual sobre todo, pero también física, verbal, moral. La manipulación que ejercen los personajes masculinos sobre Violet y el resto de mujeres que planea por la novela es desconcertante, aunque por desgracia reconocemos esos comportamientos en la vida real. Pero Violet también es una superviviente, una niña, adolescente, mujer que, a pesar de todas las desgracias, mantiene el instinto de conservar la vida a pesar de todo y de salir adelante aunque, a cada paso, se tope con una dificultad.

            Los pensamientos (voz interior) de la protagonista y del resto de personajes, expresados en cursiva, contribuyen a acrecentar esa angustia que planea a lo largo de la obra; no hacen más que plasmar el sentimiento de culpa de una niña que se ve obligada a traicionar a su propia familia; la agresión verbal que sufre a causa de los demás pero que también se infringe ella misma. Esto, junto con la alternancia de la primera, segunda y tercera persona vertebran la novela de modo singular, aportando perspectivas distintas que conforman un conjunto perfectamente vertebrado y descorazonador.

            El racismo, la violencia, la descripción de los comportamientos caducos de una sociedad enferma por convicciones morales irracionales constituyen el ambiente opresor entre el que nuestra protagonista se mueve.

Un relato duro, quizás más por ser el de una niña, indefensa y necesitada de amor, pero un relato necesario.

 

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