miércoles, 6 de octubre de 2021

Alek Popov y "La caja negra" o el absurdo y loco viaje de dos hermanos

 

POPOV, Alek. (2020). La caja negra. Los perros vuelan bajo. Automática Editorial

 


            Gran descubrimiento de esta editorial de la que he adquirido, gracias al empeño del equipo de la Librería de 80 Mundos de Alicante de dar difusión a todas las editoriales, dos libros: este que me dispongo a comentar brevemente y La novia prusiana, de Yuri Buida, un extenso volumen de relatos que me está sorprendiendo con su “realismo mágico” à la russe.

            He de confesar que no conocía a Alek Popov, y que, como ya sabéis los que de vez en cuando os pasáis por mi blog, me gusta indagar en diferentes autores, de nacionalidades diversas. El autor, nacido en Bulgaria (Sofía, 1966) es, además de novelista, dramaturgo, ensayista, miembro de la Academia de la Ciencia Búlgara en el campo de las Artes, del PEN Club de su país y miembro del consejo de redacción de la revista Granta en Bulgaria. Ha escrito, entre otras, Mission London (2001), basada en sus experiencias como agregado cultural búlgaro en Londres; Kara y Yara en la tormenta de la historia (2013), y La caja negra (Automática, 2020). Ha recibido un gran número de premios por sus obras como el Elías Caneti Price, el Elikon Award o el National Prize of drama, y un extenso etc.

            El inicio (debo confesar que antes de adquirir cualquier libro leo el primer párrafo para tomar mi decisión) no puede ser más prometedor; en él encontramos las claves de la novela: la caja negra, donde se encuentran las cenizas del padre venidas desde Estados Unidos, que más adelante resolverán el enredo familiar; el tema de la inmigración y la identidad del individuo; y también la influencia de la política y la economía sobre la vida y las decisiones que tomamos.

            La historia nos es contada a través de la voz de dos hermanos que toman caminos diferentes en sus vidas y que se reencuentran años más tarde. En este sentido, la novela va alternando en cada capítulo la voz de los hermanos, Ango y Ned, de forma que conocemos su manera antagónica de ver el mundo y de moverse en él, aunque es evidente que subyace, en ambos —tanto en el que está más necesitado como en el que no— una preocupación constante por el dinero, que se va diluyendo hacia el final del libro.

            Ango decide buscar fortuna en Estados Unidos tras una debacle económica; se refugia en casa de su hermano, y, mientras busca cómo ganarse la vida y progresar, se convierte en paseador de perros. Al mismo tiempo, Ned, que trabaja como consultor de gran nivel, es “castigado” a resolver un problema de su empresa en su país de origen, Bulgaria. La situación que se nos plantea no deja de ser cómica, pues ambos acaban realizando un viaje en sentido inverso, lleno de encuentros que permitirán al lector descubrir tanto las bondades como los despropósitos de dos sistemas políticos, económicos y sociales, que son presentados con crudeza y mucho cinismo. El autor revela, a través de los personajes y sus desencuentros, que tanto el comunismo como el capitalismo fallan a la hora de resolver los problemas de los seres humanos; ambos deshumanizan y ambos permiten que unos pocos privilegiados manejen los hilos y se enriquezcan.

            Popov no escatima, en este recorrido que realizan los hermanos, en utilizar la ironía, las situaciones absurdas, el humor a través de unos personajes algo histriónicos pero que, desgraciadamente, resultan creíbles solo con escuchar las noticias de cualquier cadena de televisión. Y ese es, a mi modo de ver, uno de los grandes aciertos de la novela, que es trepidante, divertida, desenfadada y sin complejos.

            La trama de la novela se acaba enredando gracias o debido a una situación absurda —Ned escucha una conversación en una calle mientras yace tirado en una acera vomitando una cena carísima— hasta convertirse en un thriller que engancha por lo disparatado, en la forma; y lo serio, en el fondo, aunque algo velado en ocasiones. El lenguaje es claro, directo, sin recovecos en descripciones fútiles aunque también mordaz y certero cuando toca.

            El tema de la inmigración es clave en la novela, el motivo por el cual han viajado o han escapado los personajes, para encontrar su lugar en el mundo. Descubrimos lo recurrente que resulta en una sociedad como la búlgara, en la que cada caso particular de inmigración está clasificado con unas siglas que todos conocen: “BTE” —Búlgaro que Triunfa en el Extranjero—, «GFAB» —Gilipollas Fracasado Atrapado en Bulgaria— o “PLB” —Putos Ladrones Búlgaros—. Y con esas etiquetas se mueven nuestros protagonistas, con el anhelo de triunfar no solo por ellos mismos, sino por la imagen que darán al resto de la sociedad de su recorrido vital. Esta misma preocupación sobre el qué dirán, sobre el peso de la opinión sobre el individuo se expresa con claridad al final de la historia, cuando Ned intenta recuperar sin éxito el habla inglesa y conocemos el empeño que puso al llegar a su país de acogida en perder el acento, en borrar de su lengua toda sombra de identidad.

            Después de tantas peripecias, algunas de ellas muy peligrosas, Ned y Ango toman caminos vitales distintos; en ambos existe el deseo de reencontrarse con uno mismo, de perseguir su sueño, que abandonaron por miedo, a pesar y contra cualquier sistema económico o político, a pesar y contra del qué dirán.

            El “final feliz” de la novela resulta algo “desesperado”, según mi parecer, pues se resuelve con algunos acontecimientos que aparecen como de la nada para salvar a los personajes, como las obras de teatro en las que los dioses salvaban la situación in extremis. Sin embargo, nos deja un buen sabor de boca que estos dos hermanos busquen la felicidad en sí mismos, en sus pequeñas/grandes cualidades, más allá de un sistema político o de una sociedad que, seguro, va a ponerles trabas en el camino.

            Me quedo con dos citas finales a modo de conclusión:

“Cada cual tiene que estar en el lugar que le corresponde”.

Y sobre todo esta:

“Tendrás que pasar por el barro, dijo, para volver a la vida”.

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